La llanura castellana nos acompañó durante buena parte del día, con el viento como aliado y a veces como obstáculo. Poco a poco, la Vía de la Plata fue desdibujándose para dar paso a los primeros relieves leoneses.
Nos despedimos oficialmente de esa gran ruta y dimos la bienvenida al cambio de paisaje: colinas suaves, pueblos de tejados rojos y el inconfundible olor a pan recién hecho nos anunciaban una nueva etapa del viaje.
Tras casi 120 kilómetros, llegamos a La Bañeza con el cuerpo agotado pero con la emoción a flor de piel: estábamos a las puertas del legendario Camino Francés.
De nuevo será la plaza Mayor el inicio de nuestras andanzas. A la derecha del Ayuntamiento tomamos la calle Costanilla para bajar a continuación por la calle de Feria. Llegamos así a una rotonda, aquí la nueva señalización de un rodeo sin sentido por lo cual seguimos por el trazado antiguo que indicamos a continuación, seguimos de frente por la calle Puebla de Sanabria. Después subimos por la cuesta de la Morana y la avenida de Galicia hasta llegar a otra rotonda. No seguimos la N-630 sino que giramos a la izquierda en dirección a La Hiniesta. Cogemos esta carretera, la ZA-900, donde vemos la cruz del Rey Don Sancho y una estela que marca los kilómetros restantes a Santiago: 377.
No será más que un kilómetro, ya que entre los puntos kilométricos 2 y 3 hay que girar a la derecha por una pista. Caminamos ahora junto a una escombrera, aunque por poco tiempo, ya que más adelante se despeja la pista y podemos ver los primeros cultivos cerealistas. Después de una pequeña bajada hay que girar a la derecha en el cruce de caminos, al encuentro de la N-630. A unos metros de la Nacional torcemos a la izquierda para entrar en Roales del Pan. Nos reciben un crucero y unas figuras realizadas por un vecino.
Atravesamos esta estirada población para abandonarla por otra aburrida pista que iniciamos tras pasar la iglesia de la Asunción y el Ayuntamiento. A quinientos metros debemos girar a la derecha en un cruce y en breve a la izquierda en el siguiente, situándonos en paralelo a la N-630. De esta manera sobrepasamos el kilómetro ocho de la etapa y continuamos por la infinita recta por la cual llegaremos a la línea del AVE Madrid-Galicia la cual salvamos por un paso elevado y continuamos nuestro camino en la misma dirección que llevábamos. A unos tres kilómetros después de cruzar la línea del AVE giramos a la derecha en un cruce bien indicado, llegando más tarde a otro cruce señalizado con un cartel del Ayuntamiento de Montamarta. Según dice son sólo 700 metros hasta el albergue de esta localidad, pero en realidad son algunos más.
Continuamos el día junto a la iglesia de San Miguel Arcángel. A sus pies se encuentra una escultura dedicada al Zangarrón, un personaje ancestral provisto de una máscara y un tridente cuyo papel se encargan de representar los quintos los días de Año Nuevo y Reyes. Dejamos Montamarta y cogemos un camino que en breve baja hasta la cola del embalse de Ricobayo. Enfrente se alza sobre un farallón, a salvo de las aguas, la ermita de la Virgen del Castillo. Se deja a mano izquierda dando a parar a una pista.
Pasado la ermita la cual dejamos a mano izquierda continuamos por una pista que discurre paralela a la nacional que tenemos a nuestra derecha, al cabo de unos tres kilómetros llegamos a la línea del AVE la cual cruzamos por debajo y seguimos la pista para más adelante cruzar la N-631 y desembocar en la N-630 la cual dejaremos por la derecha y cruzaremos la autovía A-66, la seguimos en paralelo nada más cruzarla para más adelante desviarnos para cruzar por un puente uno de los brazos del embalse de Ricobayo.
Cruzamos por un puente primero la N-630 y luego la autovía A-66, giramos a la derecha para poco a poco por pista ir alejándonos de ellas.
Tras kilómetro y medio llegamos al cruce de las ruinas de Castrotorafe, importante ciudad del siglo XI que custodiaba el puente sobre el río Esla y que fue abandonada definitivamente en el XVIII. Algunos historiadores han situado aquí una mansio de la calzada romana conocida como Vico Aquario. El camino no accede al recinto, pero esta ciudad medieval merece al menos una breve visita. Dejamos atrás el desvío y continuamos el camino para en poco más de un kilómetro girar a la derecha en dirección a Fontanillas de Castro, que ha habilitado un refugio con varias literas.
Dejamos Fontanillas por la calle Barca y tomamos la pista de la derecha, que en tres kilómetros nos deja sin contratiempos a las puertas de Riego del Camino, población con albergue de peregrinos.
Desde la nacional cogemos en oblicuo una calle, bien señalizada, para al poco girar a la derecha por una pista que más adelante continua paralelo a la A-66 la cual cruzamos y continuamos paralelos a ella ahora dejándola a nuestra izquierda. Cuatro kilómetros y medio después cruzaremos la carretera que se dirige al monasterio de Moreruela y entraremos en Granja de Moreruela. Tras un giro a la derecha por la calle José Rodríguez Joaquín llegamos a la nacional.
Una vez en Granja de Moreruela tocará decidir si continuar por la Vía de la Plata en dirección a Astorga o por el Camino Sanabrés, que atraviesa la comarca de Sanabria, llega a Ourense y sigue ya por tierras gallegas hasta Santiago de Compostela.
En La Granja de Moreruela, hicimos una parada corta pero necesaria. El café caliente en un bar sencillo, el murmullo del pueblo y el cruce de caminos que se intuía cercano nos invitaron a bajar el ritmo.
Fue un momento de calma: revisar bicis, comentar la jornada y mirar el mapa con respeto, sabiendo que aquí el Camino se divide. Nosotros, con rumbo claro, seguimos hacia el Sanabrés… pero no sin antes saborear ese café que sabía a decisión y a descanso bien merecido.
Continuamos el Camino detrás de la iglesia de Granja de Moreruela se encuentra señalizada en un poste la bifurcación de los Caminos. A la izquierda, hacia Orense por el Camino Sanabrés; a la derecha, hacia Astorga continuando por la Vía de la Plata. Afrontamos esta última opción y para ello subimos por las calles San Juan y las Bodegas para tomar una pista que seguimos unos cientos de metros hasta una antena. Atención porque en este punto, mal señalizado, por cierto, no debemos seguir de frente, sino que tenemos que girar a la derecha, retroceder unos metros por la pista de al lado y torcer a la izquierda para coger la pista por la que avanzaremos definitivamente.
Como referencia caminaremos paralelos a la N-630, que se encuentra a unos trescientos metros a mano derecha. La pista es una larga recta de casi dos kilómetros que va a parar a la carretera que se dirige a Tábara. Al llegar a ella giramos a la derecha para en unos metros coger por la izquierda un camino por un bosque que va en paralelo a la N-630. A los 2,5 kilómetros vamos a parar a una pista que cogemos a la izquierda para poco más adelante girar a la derecha y cruzar por un paso elevado la A-66, continuamos la dirección que llevábamos hasta cruzar una carretera y entrar así en Santovenia del Esla.
La localidad se atraviesa por la N-630 y después de pasar la iglesia de Nuestra Señora del Tovar encontraremos a la derecha una singular fuente de tres caños y abrevadero. Detrás de ella hay que coger un camino que llega, tras pasar sobre el arroyo de Prado Ramiro y un corto repecho, hasta el cementerio situado al borde de la N-630. Los próximos 600 metros se continúan por una pequeña senda junto al arcén derecho de la carretera. Justo hasta que una flecha amarilla nos obliga a cruzarla y a seguir otros cientos de metros por un camino al otro lado de la nacional. Tras este baile continuamos hasta Villaveza del Agua por el arcén y por una pequeña senda junto a una acequia que evita el asfalto.
Cruzamos esta población de Villaveza por la misma nacional y 150 metros antes del cartel de fin de población cogemos una pista que nace a la izquierda. Ésta nos lleva directamente hasta la cercana Barcial del Barco, donde sobresale la torre octogonal de la iglesia de Santa Marina.
Saliendo de Barcial cogemos una calle a la derecha de la nacional que nos lleva hasta la vía verde, antigua línea de ferrocarril que cogemos a la izquierda para por ella cruzar la N-630, seguimos por la vía verde hasta cruzar un antiguo puente de hierro de ferrocarril el Rio Esla, (ojo porque aquí se puede seguir por la vía verde hasta Benavente sin pasar por Villanueva de Azoague o bien continuar por el trazado “oficial” el cual describimos a continuación), e inmediatamente coger un camino a la derecha que baja al lado del rio y girar a la izquierda para continuar hasta la siguiente población, Villanueva de Azoague.
La señalización nos guía siempre de frente y nos lleva a coger la carretera ZA-P-2545, teniendo como referencia la vistosa torre de la Azucarera Ebro. Pasamos junto a ella y en setecientos metros llegamos hasta la entrada de Benavente. En lugar de llegar hasta la rotonda de entrada nos salimos unos metros antes de la carretera por un camino que lleva a salvar la N-525 bajo un puente. Así llegamos hasta la calle Carretera de la Estación donde las flechas amarillas brillan por su ausencia. Para llegar hasta el albergue hay que continuar todo recto, pasar el Castillo y seguir hasta la antigua estación de trenes y el Parque La Pradera, lugar aprovechado por el Ayuntamiento de Benavente para ubicar el refugio.
En Benavente, el Camino nos concedió una pausa urbana, con terrazas animadas y la promesa de una cerveza bien ganada. Nos sentamos en la plaza, con las bicis descansando cerca y el sol aflojando tras la jornada.
Y, como siempre, allí estaba Gerardo, puntual y sereno, gestionando todo desde su furgoneta como si dirigiera una pequeña expedición. Logística, agua, alguna cura rápida… y luego, claro, también se sentó con nosotros, cerveza en mano y sonrisa discreta.
Brindamos por el día, por lo que quedaba por delante, y por ese equipo silencioso que nos hacía el camino más llevadero. Benavente supo a cebada fría, a compañerismo y a descanso. Y, con Gerardo al timón, todo siguió en orden.
Tomaremos como punto de inicio de la tramo la iglesia de Santa María del Azogue. Salimos de la plaza de Santa María por la comercial calle de los Herreros para girar a la izquierda por la calle Cañada de la Vizana, que termina bajando para unirse a la calle Donantes de Sangre. Más que calle es la salida natural de la ZA-P-1511, conocida como carretera de Alcubilla y que llega hasta Manganeses de la Polvorosa. Por ella continuaremos los siguientes kilómetros, pasando primero junto a una gasolinera de nombre Camino de Santiago y más adelante bajo el puente de la vía férrea.
La carretera apenas presenta tráfico y ofrece un cómodo caminar entre las tierras de labor regadas por el río Órbigo y un bosque mediterráneo que nos flanquea por la derecha. Doscientos metros después de pasar el punto kilométrico 4, ¡atención!, hay que abandonar la compañía del asfalto por la derecha y comenzar a subir por una pista —camino mal señalizado que se topa a trescientos metros con las vías del tren. Las cruzamos y continuamos paralelos a las vías— quedan a nuestra izquierda – para volver a traspasarlas medio kilómetro más adelante. A cuatrocientos metros de la cantera que está situada a nuestra izquierda hay una zona bautizada como El Peñón, a 773 metros de altitud, donde el Doctor Roldán Hervás situó la mansio Brigeco. Tras cruzar las vías por segunda vez continuamos por la pista y poco más adelante cruzamos por un paso inferior la A-52, tras la que aparece Villabrázaro.
Pasado el bar llegamos hasta un crucero y seguimos de frente para dejar la localidad. Pasamos así a una carretera comarcal que nos acompañará durante los siguientes 8 kilómetros hasta Maire de Castroponce. A la entrada de esta localidad nos reciben un grupo de cuevas excavadas en la tierra donde los vecinos maduran el vino de la cosecha. Maire está situado a la orilla del Órbigo, en la comarca de Benavente y los Valles y es el último pueblo zamorano de la Vía de la Plata.
A la salida de la población tomamos la carretera que se dirige al puente de La Vizana, hito al que llegamos tras dos largos kilómetros y donde podremos ver a más de un pescador tentando a las truchas del Órbigo. La Vizana, ya en la provincia de León, fue una obra romana sobre la calzada que sufrió numerosas modificaciones y que presenta un aspecto medieval. Una vez cruzado por su compacto piso de cantos rodados seguimos a la izquierda por la carretera LE-114 para en 200 metros coger un camino a la derecha y luego a la izquierda que nos lleva directos a Alija del Infantado. Si nuestra intención es ir al albergue lo mejor es continuar recto por la LE-114 y no girar a la derecha, aunque da un pequeño rodeo es la mejor opción para llegar hasta Alija del Infantado. Primero se pasa junto al Bodegón de Ozaniego y, a unos 100 metros, anexo a la residencia de ancianos, se encuentra el albergue de peregrinos. La población, de clara estructura viaria, queda ya a nuestros pies.
Para empezar el día no hay más que bajar hasta la calle Real, vía que divide el pueblo y coincidente con el trazado de la LE-114. Tras más de dos kilómetros y medio de asfalto, tenemos que coger a mano derecha el desvío a La Nora. De seguido cruzaremos un puente sobre el río Jamuz e inmediatamente giraremos a la izquierda por la pista que avanza paralela a este afluente del río Órbigo.
La pista en cuestión nos va a acompañar durante los siguientes once kilómetros y siempre progresaremos de la mano del Jamuz, que fluye a nuestra izquierda. Unos cuarenta minutos después veremos a la izquierda Genestacio, localidad a la que no entramos por estar situada a medio kilómetro de nuestro recorrido. En cambio, sí llegaremos a visitar Quintana del Marco, municipio de ascendencia romana como así lo atestiguan los hallazgos hechos en la Villa de los Villares.
En Quintana del Marco, el Camino nos volvió a reunir alrededor de una mesa. Tras una mañana de kilómetros, polvo y pedal, tocaba comer, y el pueblo —tranquilo, casi suspendido en el tiempo— nos ofreció el lugar perfecto.
Allí estaba Gerardo, como siempre un paso por delante, ya con todo dispuesto: mesa reservada, cerveza fría, y su eterna sonrisa que mezcla oficio y cuidado. Nos sentamos agradecidos, saboreando una comida sencilla y sabrosa, con el cuerpo descansando y las historias fluyendo entre bocado y bocado.
El calor apretaba, pero la sombra, la compañía y ese momento de pausa lo hacían llevadero. En Quintana del Marco, no solo alimentamos el cuerpo: recargamos ánimo, gracias —una vez más— a Gerardo, nuestro ángel de guardia en el Camino.
Más adelante no entraremos tampoco en Villanueva de Jamuz por encontrarse ligeramente a desmano, unos 200 metros. Dos kilómetros después cambia ligeramente el agradable, aunque monótono guión y la pista finaliza, obligándonos a rodear una hilera de árboles y a continuar de frente por una senda marcada por el constante paso de los peregrinos. De esta manera llegamos hasta las inmediaciones de Santa Elena de Jamuz. En lugar de cruzar un puente sobre el río y llegar a la población giramos a la derecha por una pista y doscientos metros más adelante a la izquierda, donde hay una pequeña noria. Tras una recta salimos a la LE-114, ya a la salida de Santa Elena de Jamuz, y la seguimos durante tres kilómetros hasta la entrada de La Bañeza.
La Asociación de Amigos del Camino de Santiago-Vía de la Plata “Monte Urba” de la Bañeza ha señalizado impecablemente el recorrido a la entrada de la localidad. Hay que coger el desvío marcado como La Bañeza Sur y pasar sobre las vías del ferrocarril. Ya en la población hay que tirar de frente por la calle Santa Elena; girar a la izquierda por la calle San Julián y después a la derecha por la calle San Roque. Se llega así hasta la misma puerta del albergue, sito en la calle Bello Horizonte.
Llegar a La Bañeza supuso cerrar el día con la sensación de deber cumplido. Las piernas cansadas, el polvo del camino y la satisfacción de haber superado una etapa larga y calurosa nos acompañaban al entrar en la bulliciosa ciudad, donde el ambiente urbano contrastaba con la calma que necesitábamos. Sin embargo, aunque La Bañeza parecía el destino natural para descansar, esta vez el Camino nos tenía preparado un giro: no íbamos a dormir allí, pues nuestro alojamiento ya estaba reservado en Santibáñez de Valdeiglesias. Afortunadamente, Gerardo lo tenía todo bajo control, y pronto nos subimos a su furgoneta para continuar unos kilómetros más, hacia el descanso que nos esperaba, seguros de que, mientras él estuviera con nosotros, nada quedaba al azar.
En Santibáñez nos recibió la tranquilidad de lo rural, camas cómodas y el silencio necesario para reponer fuerzas. El hostal, con su estructura que recordaba a una corrala teatral del siglo XVI, tenía un encanto particular que nos hizo sentir lejos del bullicio. Aquella noche, decidimos ir a cenar a Astorga. El aire fresco nos sorprendió, obligándonos a buscar refugio en el interior de un restaurante acogedor. Allí, entre risas y conversaciones, Javi bautizó involuntariamente a Carlos con un buen derrame de vino, al golpear una copa que terminó desparramándose sobre la mesa. Un momento espontáneo que selló la jornada con humor y camaradería.
La cena, sencilla pero reconfortante, fue el broche perfecto para el día: entre platos caseros y sonrisas compartidas, el cuerpo y el espíritu encontraron alivio. La etapa no terminó en el mapa, sino un poco más allá… con la certeza de que, mientras esté Gerardo, nada queda al azar en este Camino.
Se le conoce como el pueblo de las cigüeñas por la cantidad de esta aves que anidan guiadas por la orillas del cercano embalse del Esla.
Históricamente ha sido un enclave importante, así lo confirma la relevancia del Monasterio de los Jerónimos en torno al año 1500. Sin embargo, los restos más antiguos del pueblo se encuentran en el muro norte de la Ermita de la Virgen del Castillo, siendo probablemente románicos del siglo XII como confirman los canecillos que aún quedan visibles. También debe ser de la misma época la sencilla pila bautismal románica que se conserva en la Iglesia Parroquial de San Miguel Arcángel.
Moreruela fue refundado en el siglo XII a partir de uno de los centros conventuales que se crearon en tiempos de Alfonso III. A finales del siglo IX, fue uno de los más destacados focos medievales del Císter en España.
Asentada sobre los cursos de los ríos Esla y Órbigo, está situada en una posición estratégica al ser un nudo de comunicación muy importante entre el centro y el noroeste peninsular. Posee una población cercana a los veinte mil habitantes y es cabeza de la comarca de Benavente y Los Valles, zona geográfica formada por 58 pueblos repartidos entre las Diócesis de Astorga y Zamora. Que fuera la Brigeco romana no es una opinión compartida por todos los historiadores, aunque el actual territorio de Benavente estuvo habitado por la tribu de los astures y encuadrada en el Conventum Asturum. En el siglo XII se le conoce con el nombre de Malgrat y aparece vinculada a las tareas de repoblación emprendidas por Fernando II.
Última localidad de Zamora en la Vía de la Plata repleta de construcciones de adobe, masa de barro mezclado con paja y secada al aire que se utilizaba antiguamente en la construcción de las viviendas. La iglesia parroquial tiene un artesonado mudéjar y un interesante retablo barroco.
Puente de origen romano y emplazado en el trazado que siguió la calzada para salvar las aguas del río Órbigo, afluente del Esla. Ha tenido muchas restauraciones a lo largo de la historia y su aspecto actual es puramente medieval. Tras el puente hay una antigua casa de postas del siglo XVIII que fue convertida en Bar Restaurante y que hoy está cerrado.
Asentada en una tierra fértil gracias al paso de los ríos Duerna, Tuerto y Órbigo. Es una ciudad netamente comercial que cuenta con una población cercana a los 11.000 habitantes. Su actual emplazamiento surgió en el siglo IX de las buenas relaciones entre los pobladores mozárabes y los bercianos, época en la que comienza su carácter mercantil.
"El ciclismo no es un juego, es un deporte. Duro, difícil e implacable, y requiere grandes sacrificios."
Jean de Gribaldy